viernes, 13 de febrero de 2009

DEWEY Y LA ESCUELA NUEVA

las relaciones entre la democracia y
educación

Dewey había considerado que la inteligencia era la capacidad humana
de resolver problemas prácticos, a los que primeramente se
enfrentaban los hombres, siendo el aprendizaje el modo humano de la
adaptación vital.
Esta convicción lo llevó a proponer una teoría constructivista del
aprendizaje.
El constructivismo entiende que no existe una realidad esencial
anterior al significado que los hombres adoptaban para moverse en la
vida y que ése radicaba en la utilidad o funcionalidad que ellos habían
puesto en la naturaleza. Se rechaza así que hubiera “cosas” anteriores
a la acción humana a partir de las cuales se extrae el significado y que,
por lo tanto, ellas fueran normativas del conocimiento humano. Esto
lleva a rechazar que la verdad sea la adecuación de la mente con la
realidad.
Si los significados no derivan de las cosas sino de la acción
inteligente de los hombres, aprender no puede consistir en
comprender un significado ya elaborado sino en producirlo. Entonces,
la situación de aprendizaje no puede entenderse ni como estimulación
ni como refuerzo sino como problematización. El hombre común (no el
escriba fenicio, no el griego o el romano amo de esclavos, tampoco el
monje medieval ni el burgués ilustrado) no se relaciona con la realidad
tal cual como es, contemplándola, sino como una situación
problemática que le demanda soluciones prácticas.
Profundizando en esta línea, Dewey vinculó la democracia con la
resolución de problemas y con la educación: los hombres como especie
tienen la capacidad de progresar colectivamente al moverse por
intereses particulares lo cual los lleva a agruparse para poder alcanzar
sus objetivos. En el mismo desarrollo de esta tarea, se aprende a
compatibilizar los móviles de la acción particular con los de sus
semejantes. Las sociedades democráticas no resultan de un pacto
entre individuos sino como el horizonte de organización que permite el
máximo grado posible de individualidad por el máximo grado efectivo
de coordinación social. La razón de ello radica en que la democracia
permite la compatibilización de los diversos intereses por la asociación
con los otros.
Esta caracterización también constructiva de la democracia (y no
como una adquisición definitiva) equivale a comprenderla como el
aprendizaje de la vida democrática. Ella se origina a partir del
momento en que los hombres deciden coordinar sus intereses
particulares al asociarse en grupos más complejos lo que les demanda
la producción de un interés más generalizable.
Dewey elabora la tesis de que nadie puede enseñar a los otros a
ser democrático a no ser comportándose con el otro de una manera
democrática. La democracia es una construcción social por la que
aprendemos a coordinar nuestras acciones con la de los otros en la
medida en que logramos articular nuestros intereses dentro de uno
más abarcador.
La democracia, entendida como una coordinación compartida de
acciones individuales se contrapone a aquella coordinación impuesta
estratégicamente por el poder de uno de los actores. Esto hace que el
resto de ellos asuma como propio un interés particular.
Estas ideas generaron una corriente pedagógica que se
denominó “Escuela nueva” e impactó en todo el mundo: Estados
Unidos, la reciente creada URSS (1917), China, Japón, Inglaterra,
Francia, etc.

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